Viniste de tan lejos
y ahora
solo puedo recordarte
como un mar inmenso
desnudo de olas voraces
A fuego, a cielo
el vello de tu pecho
guarda mi tacto;
la realidad
de mis manos
caricia en seda roja,
el calor
de tus labios,
el roce
de mi piel.
Dejamos entre las paredes
nuestro eco ardiendo
colgado de unas cortinas
de terciopelo,
y nuestro recuerdo
por siempre reflejado
en aquél espejo.
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