Un caballero montado en su rocín,
Un viaje comienza,
Llevando consigo,
Su morral lleno,
Y montura medieval,
A destino, desconocido.
El hidalgo caballero,
Porta fuerte armadura,
Espada de buen material,
Empuñadura emblemática,
Y yelmo colonial,
A sus espaldas,
Un escudo redondo,
Con su emblema familiar,
Llamativo allí por donde va.
Pasado mediodía,
En una posada,
El caballero,
Realiza su parada,
A buen recaudo deja el corcel,
Alimentado e hidratado,
Un encargado se presta.
Durante la estancia,
El viajero se sienta,
Tomando cerveza casera,
Y un buen asado,
Con pan de trigo sarraceno,
Hecho por el posadero,
Tranquilamente repone el viajero,
Energías perdidas,
Y descanso del camino.
Al atardecer habitación coge,
Para por la mañana comenzar.
Amanece soleado,
Y un buen desayuno toma,
Café de puchero,
Y un trozo de pan provenzal,
Con una masa homogénea,
De embutido prensado,
Para aplicar la sustancia,
Con sabor inmejorable,
Bien preparado,
Continuó viaje,
En su caballo montado,
Para otro lugar,
Desconocido y bello.
Por un camino abrupto,
El rocín cabalga,
Lentamente y sin prisa,
Con trote descanso,
Un rio a su lado,
Aparece,
En la orilla,
Una dama,
Observa el agua,
Que por ahí discurre,
Con un niño tirando piedras,
Rebotando hasta donde llegue.
Un carruaje lujoso,
Parado aguardaba,
Con su chofer,
Sentado en él.
Nuestro caballero descabalga,
Y a la dama se acerca,
Muy educado se presenta,
Y le pregunta,
Si algo le pasa,
La Dama callada,
Un rato permanece,
Mientras mira al caballero.
La dama
Elegantes ropas visten,
Acompañada de un sombrero blanco,
Con flores secas incrustadas,
Como sí, de la aristocracia
Perteneciera.
Desde la lontananza,
Contesta una señora,
Que, desde el carruaje,
Descansando estaba,
Con buena educación,
Por su nombre le pregunta,
El caballero,
Que de buena familia proviene,
Educadamente le responde,
Su nombre le da,
Y la familia a la que pertenece,
La dama presenta,
A su hija, y a su nieto,
Que sorprendido,
Y admirado, se queda,
De la armadura,
Que porta el caballero.
La dama que, al lado del agua,
Se encuentra,
Al caballero le cuenta,
Que desgraciada quedó,
Por un caballero arrogante,
Que embarazada la dejó,
Y la abandonó,
Con engañifas,
y promesas falsas,
El sinvergüenza.
Desde entonces,
Viaja de posada en posada,
Acompañada de su madre,
Que siempre oculta está,
Y salé,
Cuando un caballero se aproxima,
Lo estudia,
Y decide, si me corresponde,
Extraño es que le autorice,
A vos platicarme,
Algo en Ud., vió,
Alejándose su madre,
Al carruaje,
Ascendió,
Y tranquilos a los dos, dejó,
Sorprendido el caballero,
Larga charla tuvo,
Y el niño, a su lado estaba,
Como si un juglar,
Contará batallitas,
Hipnotizado se quedó,
El caballero,
De pronto notó,
Que su viaje terminó,
Y su objetivo alcanzó.
Le propuso conocerla,
Y ayudar a criar a su hijo,
Alcanzando el amor,
Por parte de ella,
Sin prisa ninguna,
Mostrando sus buenas intenciones,
Y su buen hacer,
Para su amistad,
Tener y en un futuro,
Su amor poder alcanzar,
Tranquilamente esperará.
Su residencia le ofrece,
Si la dama desea,
Y su madre consiente.
Autorizado queda,
Tras horas de consulta,
Entre dama y madre,
Cambiando el recorrido,
De vuelvan van,
Y juntos el camino recorren,
Con final feliz,
Este poema acaba,
Con el tiempo, enamorándose,
Y queriéndose,
Hasta el fin de sus días.
Y el niño,
Hijastro del caballero,
Creció con buena educación,
Alto, fuerte y sabio,
Heredando la armadura,
Y el buen saber de cómo amar,
Sin engañar,
Ni falsas promesas dar,
Siendo un caballero leal,
Preparado para una familia, crear,
Cuando Dios,
Lo adecuado lo vea,
Y preparado esté. -