¡Oh, pérfida ninfa de risa profana,
que hiendes el aire con bríos de hoguera!
Tus labios de sierpe, tu boca tirana,
desarman mi juicio, disuelven mi pena.
Nadie, escúchalo, nadie en la vida,
con tan vil acierto mi risa provoca,
nadie me arranca de sombra y herida
con rayo insolente que estalla en tu boca.
Tus burlas me siegan, tu verbo me escuece,
mas, mírame, ingrata, rendido y absorto,
bebiéndome el gozo que solo acontece
cuando eres mi ruina, mi burla, mi orto.
Me miras, te ríes, y el mundo se quiebra,
mi ira sucumbe, mi furia es ceniza,
y caigo vencido, y el alma me arde,
pues nadie me hiere… y a nadie amo tanto.