A remar me obligo yo,
no queda más opción.
¡Agua de los mares,
no quiero naufragar
y quedar en lo profundo!,
me aferro a la esperanza
pues llevo en mi barquita
unos mendrugos de pan
y el viento a mi favor,
remar, me trae a cuenta,
¡qué otra cosa puedo hacer!
El sol quiere salir
y su luz me ilusiona,
y la noche presumir
de tanta oscuridad,
las aguas me desesperan,
pero saben bailar,
su lugar en el mundo:
agua, tierra y cielo
es motivador
y algún día...
en algún momento;
la luz de algún faro
en su ronda nocturna
me ofrecerá su aliento.
Soy algo menos que nada
viendo del mundo
trocitos de grandiosidad,
pero incitan a mi alma
a seguir en el empeño.
Llegar a tierra firme
y observar los prados verdes
y sus altas montañas,
es lo más justo,
pero antes que nada...
hay que remar.