La Teoría de la Duda
Dudé de todo,
de lo escrito en piedra,
de la verdad jurada, pura,
de la luna llena
y el horóscopo barato
que prometía amor
en un café de mala muerte.
Dudé de Newton,
porque las manzanas caen,
pero el sueldo nunca sube.
Dudé de Einstein,
porque el tiempo es relativo,
y en la fila del banco,
se convierte en eternidad.
Dudé de Darwin,
porque la evolución lo cambia todo,
pero mi jefe sigue siendo el mismo patán.
Dudé de la química,
porque las moléculas se atraen,
pero cuando me miras,
la soledad sigue intacta.
Dudé de los gurús,
de los influencers,
de las dietas milagro
y de los que venden la dicha
en cinco pagos mensuales.
Dudé de la física cuántica,
porque lo cierto aquí
es incierto en otro lugar,
pero en el amor siempre hallo lo mismo:
desorden y frustración.
Dudé de Platón,
porque las Ideas deben ser perfectas,
pero los hombres construyen castillos de arena,
y lo que creíamos sólido
se disuelve entre las manos.
Dudé del Big Bang,
porque todo comenzó con una explosión,
pero el universo se expande
mientras mi paciencia se reduce,
hasta que todo se va al carajo.
Dudé de Freud,
porque el inconsciente nos gobierna,
pero mi mente consciente
sigue pensando en ti.
Dudé de la teoría del caos,
porque una mariposa mueve sus alas
en un rincón del mundo,
y yo sigo atrapado en el mismo ciclo.
Y aun así, todo parece más ordenado
que mis sentimientos,
que han recibido más golpes
que piñata en feria de pueblo.
Dudé de la lógica,
porque A implica B,
pero cuando te vi,
todo se deshizo en el aire,
y ya no quedó certeza alguna.
Dudé de los números,
porque dos más dos siempre son cuatro,
pero cuando llegaste,
el cálculo nunca fue el mismo,
y mi pobre corazón quedó en números rojos.
Dudé hasta de este poema,
porque al final,
hasta dudar
puede ser una certeza.