Ese rencor que guardas en tu pecho
es ponzoña que te entra por las venas
te corroe la sangre y te envenena
y te deja el espíritu maltrecho.
Odio y rencor que sale por tus ojos
sin perdonar al mundo los errores,
y te dejas llevar por los rumores
encerrando al perdón con mil cerrojos.
Odio que te hace más y más pequeño
y te vuelve insufrible e insoportable
siendo tu dogma el único camino.
Rencor y odio que vives con empeño
con semblante impasible e impenetrable
que te engulle vagando sin destino.