JUSTO ALDÚ

FUEGO (Prosa poética)

Flamas que danzan con furia y deseo, con rabia suben con clamor al cielo. Son el aliento de Vulcano, el martillo de Hefesto, la esencia sagrada de Agni, el llamado del Dios más viejo de todos, Huehuetéotl. Sus lenguas incandescentes devoran la madera, la desgarran, la convierten en un suspiro negro que se eleva en espirales interminables.

Es un dios caprichoso que despierta en la chimenea de un hogar y entibia las noches frías con su abrazo dorado. Pero también es un demonio que devora bosques enteros con su aliento de brasas y cenizas, dejando tras de sí un paisaje de muerte y luto.

A veces es un amante, chispeante y seductor, iluminando rincones oscuros con su fulgor inquieto. Otras, es un verdugo, implacable y cruel, que arrasa ciudades enteras en una sinfonía de chasquidos y crujidos, de gritos y sombras danzantes.

El fuego no tiene memoria ni remordimiento. Nace, arde y desaparece, dejando tras de sí un rastro de cenizas y silencios. Y aun así, en la negrura de su huella, el hombre insiste en avivarlo, en jugar con sus llamas, en invocarlo una vez más. Porque en su furia también hay vida, en su destrucción también hay renacimiento.

El fuego todo lo toma, todo lo cambia, todo lo olvida. Y en su resplandor tembloroso, el mundo sigue ardiendo.

Fuego, crótalo que se muerde la cola; resumen del final.

 
*Huehuetéotl: En lengua náhuatl.
 
JUSTO ALDÚ

Panameño

Derecho Reservados / febrero 2025