Las crisálidas se han roto
y ante mí, majestuosas,
extienden sus alas al viento...
Recuerdo cuando orugas,
se arrastraban sobre hojas,
mascaban cada paso,
dejando diminutos agujeros
como prendas desgastadas,
consumidas por el tiempo.
Hoy, juguetonas aletean,
vanidosas, coquetas, atrevidas
como una mujer usando rojo
elegante y segura,
que cautiva emociones profundas.
Inmersa en su feminidad
abraza la naturaleza
de su cuerpo colosal.
En un frenético baile
enriquecen el dulzor del aire
conmueven a la más ingrata ave
pintan de vida el paisaje.
Sus dos hermosas alas
al sol, se alzarán.
Son testigos de un cielo eterno:
renacer, volar, trascender