Aquella palabra que tuve que devorar,
pero no hay forma de digerirla,
tiene espinas,
me sangraron las encías,
me desgarro la garganta,
perdí voz y la cordura,
y la esperanza…
Vi los reflejos de los pájaros
como una exantema caer sobre la nieve,
y una tupida bruma que salpimentaba mis pupilas,
como túneles ungidos de lodo.
Todo estaba cubierto de musgo,
y fue cuando me sentí piedra.