No sé cómo empezar a escribir;
si soltar versos libres,
sumergirme en prosa
o medir cada latido en mi métrica.
No tengo fluidez en las palabras,
mi boca no pronuncia las vocales,
es como si tragara mis silencios,
y escupiera mis sombras al suelo.
Estoy hambrienta
de un corazón que me abrace,
unas manos que me asfixien.
Sedienta de flores,
de una ternura inconcebible,
que aunque vive en mi pecho,
no se entrega a otros.
Soy un caos permanente,
que no cesa nunca,
que pasa desapercibido,
no hay un algo que le frene,
que consiga atenderme.