Estos perros que despiertan
cuando el susurro de mis pasos
se calan como colibríes en sus oídos,
sienten mi sombra de carne
y me lanzan sus superfluos ladridos
no entienden de sudores
de mis gotas sedientas que corren
igual que mis pies
(pies que lamentan
el abrasador camino de brea y cemento)
Exclamo silencio
y me amenazan con infartos
mostrando sus caninos, rotos de ira.
Les pido que sólo crucen mi cansada mirada
esa ola que revienta y medra mis ojeras
...y no dejan de vociferar, de todos son pocos los que se callan. Dos o tres.