Me duele su corazón
porque el mío ya no existe
pero ahora el suyo viste
la paga de la traición.
El mío le dio el perdón
a su promesa perjura
pero padece amargura
por su apóstata cinismo
y perdida en un abismo
un rayo de luz procura.
Es verdad que mi existencia
nublada dejó su engaño
pero ella sufre más daño
al empañar su conciencia.
La espina de su inclemencia
laceró mi sentimiento
pero llegará el momento
en un día no lejano
que su proceder villano
será su propio tormento.
Quien trampas pone al amor
siempre recibe su paga
pues la mentira que halaga
se vuelve contra el traidor.
Un rostro cautivador
puede cambiar el destino
cuando surge en el camino
con su luz fosforescente
trayendo negra simiente
del embuste más ladino.
Pero su triunfo fugaz
deja su rastro de pena
que más tarde le condena
a nunca encontrar la paz.
Aunque se porte tenaz
tratando de seducir
su manera de fingir
ya será muy conocida
y cual flor descolorida
solitaria ha de morir.
Autor: Aníbal Rodríguez