Me cuesta escribir tu nombre,
después de tantos años,
creo pecar al hacerlo,
por eso levanto vuelo.
De verdad, me tiembla la pluma,
aquellos besos devoradores,
perturbadoras manos inquietas,
que recorrían mi cuerpo impunemente.
Miraba al cielo,
rogando me perdonaras,
oh, señor, que inocencia la mía,
casarme, sin saber que la mía perdía.
Hasta tus muslos jugaban
con los míos, y eran juegos,
pero mi cerebro perturbado
siempre perdía el partido.
Y te fuiste, lejos, donde mi vista no te alcanza,
y yo encanecido de esperar, lleno de esperanza,
ni de tu nombre me acuerdo, pero de tus manos si,
como de tu boca, babeando en la mía como el Potosí