En el alba dorada del árbol frondoso,
mi familia es un bosque de amores hermosos.
Raíces profundas, abrazos de tierra,
nos unen los años, el alma sincera.
El abuelo es roble de sombra paciente,
su risa es el viento que calma la mente.
La abuela, un arroyo que siempre murmura,
historias y sueños en dulce ternura.
Mi madre es la hiedra que sube y que abraza,
con manos de luna que en todo descansan.
Mi padre es el río que nunca se cansa,
con fuerte corriente que siempre avanza.
Los tíos, estrellas de noches festivas,
relámpagos vivos de historias furtivas.
Los primos, caminos de juegos y risas,
veredas de infancia que el tiempo cobija.
Y somos los hijos las hojas danzantes,
que el viento acaricia con manos cambiantes.
A veces verano, a veces invierno,
caminos que buscan su propio universo.
Mas nunca olvidamos que el tronco nos llama,
nos vuelve a la casa, nos cubre la rama.
Porque en esta selva de días inciertos,
la familia es
bosque de abrazos abiertos.