JUSTO ALDÚ

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LONGEVIDAD Y SU IMPACTO EN  LA EVOLUCIÓN HUMANA** (Ensayo breve)**

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha perseguido el sueño de la eterna juventud. Antiguamente, exploradores buscaban la mítica Fuente de la Juventud, alquimistas experimentaban con el elixir de la vida, y filósofos debatían sobre la posibilidad de alcanzar la inmortalidad. Hoy, en la era de la biotecnología y la inteligencia artificial, la longevidad ya no es un mito, sino un negocio multimillonario que involucra desde farmacéuticas como la PFIZER o MODERNA con sus vacunas, hasta compañías tecnológicas como Google, con su filial Calico, dedicada a descifrar los secretos del envejecimiento. Pero, ¿hasta dónde podemos llegar sin cruzar la barrera ética? ¿Estamos ante el mayor avance de la humanidad o ante una peligrosa manipulación de la naturaleza?

La Ciencia y la Extensión de la Vida

La comunidad científica ha avanzado enormemente en la lucha contra el envejecimiento. Se han desarrollado terapias genéticas, como la edición genética CRISPR, que permiten modificar el ADN para prevenir enfermedades hereditarias y prolongar la vida. Investigaciones en telomerasa han demostrado su potencial para retrasar el deterioro celular, y empresas de biotecnología han lanzado medicamentos que imitan los efectos de la restricción calórica, un método comprobado para extender la vida en organismos experimentales. Además, la inteligencia artificial ayuda a diseñar tratamientos personalizados y a detectar enfermedades en etapas tempranas, aumentando las expectativas de vida de la población.

No obstante, estos avances traen consigo dilemas éticos. La posibilidad de manipular genes humanos para prolongar la vida plantea preguntas fundamentales: ¿Quiénes tendrán acceso a estos tratamientos? ¿Se abrirá una brecha aún mayor entre ricos y pobres? ¿Estamos jugando a ser dioses sin medir las consecuencias?

La Opinión de la Iglesia

Desde una perspectiva moral y religiosa, la Iglesia ha manifestado su preocupación respecto a la manipulación genética y la búsqueda obsesiva de la inmortalidad. Leyendo al respecto, encontré que si bien reconoce los beneficios de la ciencia para aliviar el sufrimiento humano, advierte sobre los riesgos de alterar la esencia misma de la vida. En encíclicas como Evangelium Vitae, se enfatiza el respeto a la dignidad humana y se condena cualquier intento de modificar la naturaleza con fines egoístas o comerciales. Para la Iglesia, la longevidad es un don que debe ser recibido con gratitud, no un derecho que deba comprarse. 

En fin hay un viejo dilema ¿Evolucionismo vs Creacionismo? que también aborda el tema, pero desde otro ángulo. La ciencia apuesta por la evolución, la iglesia por la creación.

La Ética de la Inmortalidad

El debate sobre la longevidad no solo involucra a la religión y la ciencia, sino también a la filosofía y la bioética. Autores como Yuval Noah Harari advierten que el hombre moderno busca no solo curar enfermedades, sino trascender los límites biológicos. La posibilidad de vivir indefinidamente conlleva desafíos sociales: ¿cómo afectará a la economía y al medioambiente una población que no envejece? ¿Nos volveremos una sociedad dominada por élites longevas que controlan el acceso a estos avances?

Por otro lado, algunos científicos defienden que la extensión de la vida no implica solo vivir más, sino vivir mejor. Peter Diamandis, fundador de la Singularity University, argumenta que en las próximas décadas, enfermedades como el cáncer o el Alzheimer serán erradicadas y que el envejecimiento será tratado como una enfermedad curable. Pero esta visión optimista no disipa las preocupaciones éticas: ¿hasta qué punto es moralmente aceptable intervenir en el proceso natural de la vida? Quiero que lo piensen bien. Hoy en día y gracias a los avances médicos no solo se puede saber el  sexo de un nonato, sino establecer si tiene males congénitos y hasta operarlo antes de su nacimiento.

¿El Último Escalón de la Evolución?

La pregunta final es si esta búsqueda de la longevidad representa el punto culminante de nuestra evolución o el inicio de una era de desigualdad extrema. Si bien los avances científicos han permitido mejorar la calidad de vida de millones de personas, la posibilidad de manipular la biología humana para extender la vida de manera indefinida desafía los principios sobre los que se ha construido la sociedad. Tal vez, en lugar de obsesionarnos con la inmortalidad, debamos enfocarnos en garantizar que todos puedan vivir una vida digna y plena, sin importar su acceso a la tecnología. Después de todo, la verdadera grandeza de la humanidad no radica en cuánto vivimos, sino en cómo lo hacemos.

JUSTO ALDÚ

Panameño 

Derechos reservados / marzo 2025