Bajo la gran palmera,
cálida primavera...
Entre pienso pegado en rezo todos los días,
El supuesto ver de mis casuales ignominias.
Me volteo a su lado,
Veo un bote varado;
Que entre pirañas de casanovas,
Ciegos que navegan en canoas,
Sin manos escriben bellas odas.
Llego y me adentro en un cincel,
en un paraje angosto de hiedra;
Las devoro y fundo en pincel
Hasta hacerme un trono de piedra.
No sufro de caer ni comenzar y buscar,
Pues descanso en manto de nácar...
La arena cubre mis llagas de esbelta esmeralda.
Qué cicatrizan de tantas dagas por la espalda...
Fresco y muy dulce aroma,
Como un rugido en roma.
Acompañado de pícara sabiduría,
Lejos de la ponzoña, agridulce habladuría;
Quedan petrificadas
En sus propias arcadas...
Frente a mi linda isla de ziblia;
Que cuál bono en abanico, un mono muy honrado,
Viene con una humilde biblia.
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