Lo sé, nací demasiado pronto como para seguir llegando a casa con las botas embarradas (vaya eufemismo para decir que me estoy poniendo viejo), pero quien me va a quitar lo bailado bajo esta lluvia preprimaveral, que augura flores por doquiera, a poco que el bulbo no se nos descapulle bajo el casual trasiego de la alineación planetaria.
Soy melancolicómano con recaídas domingueras y ante cualquier brote de melancolitis aguda, el cielo me ha prescrito chapotear hasta sangrar en el trémulo atardecer de un charco. Las compresas de agua caliente para el alma y el hielo para el corazón harán el resto.