Es en el instante de la articulación de la conciencia con el tiempo cuando comienza la desesperación y el furor en el hombre.
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Si yo pudiera desarmar mi corazón, encontraría su aroma de luciérnaga en cada sueño, un beso de alianza diciendo adiós, esa radiación infiltrada.
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¡Tú y tu dulce llamarada!
Arde deshabitada de rojos y pétalos
Cuando te extravías
¡Tiene el manto de la luciérnaga iridiscente de tu mirada!
¡Oh locura!
¡Al fin no encuentras ninguna orilla!