Soy quien escucha la voz de la piedra,
el eco dormido en la entraña del suelo,
quien lee en las grietas del tiempo olvidado
las huellas antiguas de fuego y desvelo.
La roca susurra historias remotas,
relata en su alma la furia y la calma,
los ríos que fueron, los mares que cubren
secretos tallados con siglos en palma.
Sin geología, el mundo es un libro
cerrado en su propia existencia callada,
pero alzo mi mano y en cada estrato
descifro el pasado, su risa y su espada.
Busco en las piedras respuestas dormidas,
las claves ocultas en pliegues y lomas,
porque en sus venas, la Tierra nos grita
los giros profundos que el cosmos toma.
De mí depende entender su lenguaje,
prever su furia, medir su llanto,
pues todo camino que el hombre recorra
se asienta en la roca, en su pecho santo.