En el sueño en que vivimos, puedo llamarte mía,
puedo aproximarte a mí, llenarme de ti,
beber de tus labios para hallar la embriaguez y el frenesí,
romper tus vestiduras para ver la luz
y dormir entre lo sagrado de tus senos que me envuelven,
cubriéndome de la miel de tus besos, a tu costado,
introduciéndome en la humareda de tu vientre,
para que mi pasión en medio de tu canto se entierre
y así poder poseerte, para trocarte en paroxismo y delirio,
para que seas sólo mía y sólo mía sea tu boca
y yo en esclavitud quede en la prisión de tus brazos,
sea un siervo que fielmente propicie tu deleites
y así juntos forjaremos al hilo que irrompiblemente
nos atará a los dos, para ser tú la más feliz de la mujeres.