Somos dos pájaros que inventaron otro cielo,
un idioma sin vocales para nombrar lo que habita el silencio
Nuestras alas no piden credenciales al viento:
vuelan sin equipaje.
La vida nos ha puesto nudos de cristal en las manos,
pero aprendimos a leer todas las huellas a ciegas.
Guardamos los suspiros en cajitas de azúcar,
y cuando la noche pregunta, solo decimos que es la lluvia.
No somos el reloj ni su tic-tac de secos límites:
somos la arena que se escapa y vuelve a nacer.
Aunque nos vistan de sombras los caminos que andamos,
Bordamos estrellas en el forro del abrigo que hacen los abrazos.
Si el mundo insiste en llamarnos “los extraños\",
le mentiremos con sonrisas llenas de luna nueva.
Porque nuestro pacto no entrará en sus jaulas:
Es como una raíz que rompe el cemento… y no pide perdones.
Así que no digas \"nunca\" donde cabe un \"más tarde\":
hasta el silencio más agudo tiene fisuras que esperan.
Y si no hay camino a la vista, pues lo haremos con las uñas,
mientras la oscuridad nos presta la gala de sus disfraces.
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Somos dos alas de la misma mariposa nocturna,
trazamos círculos en el aire que nadie respira.
Y las palabras que son miel derramada en silencios:
Son un dulce secreto que se guarda bajo la lengua.
Inventamos jardines en los cajones vacíos,
flores que solo florecen cuando cerramos los ojos.
Tu risa es un hilo de caramelo en mi almohada,
y mi mundo, por un instante, olvida ser el mundo.
Si la vida nos regala noches con sabor a prisa,
yo tejeré mantas con el terciopelo de la luna.
Nuestro pacto es un susurro de semillas al viento:
Creceremos torcidos, pero enraizados en lo cierto.
Aunque nos llamen \"sombra\", \"tal vez\" o \"desatino\",
yo bordaré tu nombre en el forro del viento.
Seré el rocío que despierta en tu ventana prohibida,
Y la canción que tu piel tararea cuando nadie escucha.
No hay calendario para lo que late en este nido:
somos relámpagos domados, primavera sin permiso.
Y si el día nos exige de normalidad disfraces,
recordaré que hasta el musgo encuentra grietas para hacer su destino.