Un canto triste hundido en las tinieblas,
como una cimbreante rama que se queja,
aspirando el néctar de las sombras,
donde se aplasta la luz,
para dar paso a la nostalgia.
Melancolía que se desliza en cada gota de humedad,
hasta convertirse en tormenta,
que fractura y tortura,
con el recuerdo de los besos,
aferrados al viento,
de donde intentan soltarse,
para convertirse en rocío,
para humectar el arbusto,
de donde brotan los recuerdos.
Canto triste y de esperanza,
que rompe la rutina de lo rutinario,
provocando palabras que mueren en suspiros,
Y renacen en susurros tímidos e ingenuos,
que ríen en sosiego cuando me acercan al pecho,
para la ceremonia solemne de entregarse en silencio.