El rubor que fabrica el cruce de miradas
en el mismo tiempo que el aleteo de un colibrí,
que liba suspendido frente a una campanilla
del lindo color rojo carmesí.
¡Qué visión tan definitiva
y tajante lapidaria expresión!
A pesar de tu misma figura,
escondes en tus ojos una pasión.
¿Quién te has creído que eres, mi niña,
con esa perspectiva enigmática de tus ojos,
que proyectan rayos irisados de color añil?
No me lo digas, que me gusta
cuando me ojeas de soslayo,
acarreando una larga fusta,
con la que arreas a tu caballo.
Y en lo alto de tu montura,
un ligero roce y un giro sutil,
con el que me llega un trozo de ternura,
como las alteraciones de abril.
De este modo puedo pensar que me observas,
con una clara y lisonjera pasión,
como si de mi quisieras, a tiras,
arrancarme de cuajo el corazón.
No se esconde ni para los sordos,
el ruido que se produce cuando amas,
como una rama que cruje con el viento
dando golpes en las ventanas.
Sintiendo el roce de tu piel de algodón
un leve jadeo caracoleando en el oído,
piensas que los vaivenes como olas son
y sinfonías melodiosas los sonidos.
Así el hombre, desesperado con sus ilusiones,
despierta del sueño que producen
la mirada de tus ojos burlones
e irisados de color añil.
Poem & Rhápsody ©
La fina piel de la cáscara
Alfonso J. Paredes
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