Mis venas son enjambre de raíces inquietas
que buscan el agua del mañana,
mientras el reloj, con arena ciega juega a las cometas,
y siembra sombras donde tañe la campana.
La noche teje un mapa de estrellas con preguntas
que el viento del oeste ya no nombra,
mis pasos son huellas congeladas en sus puntas
que derriten hasta el filo de la sombra.
El río arrastra hojas de un calendario de antigua gloria
que el invierno ya olvidó nombrar,
y yo tan sólo soy un árbol que hoy ancla su historia
en raíces que buscan volar.
Llevo días que el sol no he dibujado
Le confieso tristemente al reflejo de la luna,
y ella, me contesta desde su trono plateado
—Yo tallo caminos donde la luz se apuna.
Mis ramas preguntan al vacío
Esperando respuestas de las estrellas mias,
y el cielo, responde con su tono frio:
—El tiempo es espiral, y no alfombra de días.
Envejezco entonces como tormenta lenta:
mi piel ahora es frontera que se agrieta,
el hoy quiebra espejos de la mañana atenta
y en sus laberintos arde una moneda inquieta.
La luna talla mil surcos en la arena
donde el Sol no ha logrado germinar,
mi corazón ahora ya es un péndulo en condena
que oscila entre su hoy y también su más allá.
@Marcos Reyes Fuentes. Cusco . 06.03.2025 Todos los versos reservados, incluyendo el silencio entre ellos