Y me matas.
Me estás matando
con tus palabras,
con tus gestos,
con tu indiferencia.
Me estás matando
y no te importa.
Ya lo sé…
¡Ya lo sé!
No te importa
si encierro mi llanto
en una botella
de cristal
y la estampo contra
el vacío
de mi alma.
Sí,
no te importa
si un poco de sangre
cae sobre mis ropas
hasta que mi corazón
quede adormecido
y de mí se escape
un tierno suspiro.
Sí,
ya lo sé...
No te importa,
¿no?