Me invade la noche,
ese oscuro deseo que no calla,
el ansia de tenerte entre mis brazos,
de sentir que nuestros ritmos se combinan
y desatan la danza del placer.
Susurras en mi respiración,
palabras que erotizan el silencio,
dulce miel que corre por mi piel,
suave piel que enciende mi desvelo.
Nos disfrutamos,
nos amamos,
en el ulular de tu cuerpo,
en el cimbrar del firmamento.
Tus caderas,
deseosas de mis manos,
imponen su voluntad
sobre este cuerpo mío, deseoso.
Me deleito en el reflejo de tu alma,
y atino a someterte
con mis afilados colmillos,
aullando en ayunas,
suplicando un segundo más de vida.
Una explosión sensorial
de múltiples dimensiones,
mientras contemplo la calma que no llega,
y la aprensión de tu cuerpo por el mío.
Nuestras almas escapan,
reingresan,
huyen,
en este eterno vaiven
de la noche que nos invade.