A veces me inspiro en redactar un relato sobre uno que otro tema, pero hoy me pasó algo curioso. Leyendo mis redes me vino una idea a la mente. Me pregunté ¿Porqué en estos tiempos se manipula tanto la verdad? Y me propuse escribir sobre ello.
En la actualidad, vivimos en una era donde la información se propaga con rapidez sin precedentes. La tecnología ha transformado la manera en que accedemos al conocimiento, pero también ha generado un fenómeno preocupante: la posverdad. Este término, popularizado en el ámbito político y mediático, se refiere a una distorsión de la realidad donde las emociones y las creencias personales tienen más peso que los hechos objetivos. La posverdad ha llevado a una crisis de la verdad, afectando la percepción del mundo y debilitando el pensamiento crítico. Aún recuerdo cuando en los noventa, me decía el Gabo que lo que consideramos verdad no son más que percepciones y siendo así había tantas percepciones como seres humanos.
La posverdad no es simplemente una mentira, sino una manipulación de la realidad en la que los sentimientos importan más que los datos verificables. Algunos expertos la han denominado “la mentira emotiva” porque apela a las emociones del receptor en lugar de a su capacidad de razonamiento. Según el filósofo Lee McIntyre (2018), la posverdad es “la subordinación de los hechos a la ideología”, donde los individuos eligen creer en aquello que refuerza sus opiniones previas sin importar la evidencia en contra. Esta tendencia ha sido exacerbada por el auge de las redes sociales y los algoritmos de personalización, que crean burbujas informativas y refuerzan sesgos cognitivos.
Las plataformas digitales han jugado un papel fundamental en la consolidación de la posverdad. Sitios como Facebook, Twitter, hoy X e Instagram han permitido la difusión masiva de noticias falsas o distorsionadas, muchas veces generadas con intenciones políticas o comerciales. En este sentido, la psicología cognitiva explica que las personas tienden a creer información que confirma sus ideas previas, un sesgo conocido como “sesgo de confirmación”. En palabras más sencillas, solo creen en lo que quieren creer. Estudios realizados por investigadores del MIT (Vosoughi, Roy y Aral, 2018) han demostrado que las noticias falsas se propagan más rápido que las verdaderas debido a su carga emocional y sensacionalista. Hoy se abre los periódicos y lo primero que se busca son los titulares amarillistas, igual con las redes sociales.
La crisis de la verdad en la era digital tiene consecuencias profundas en la sociedad. La pérdida de confianza en las instituciones, el aumento de la polarización política y la dificultad para llegar a consensos son algunas de las repercusiones más notables. Desde una perspectiva psicológica, la sobreexposición a información manipulada puede generar estrés, ansiedad y un sentido de incertidumbre permanente. Un reciente caso es el de una abogada en Panamá, cuya vivienda fue allanada, luego la internaron en un hospital y fue detenido un \"manipulador\" que era su pareja. Todo se supo por las incongruentes publicaciones que ésta hacía.
Además, la posverdad ha debilitado la noción de autoridad en el conocimiento, haciendo que opiniones sin fundamento tengan el mismo valor que estudios científicos rigurosos.