La vestí de reina en palacio extranjero.
La emperifollé de joyas de la nobleza.
Siempre dijo; no interesarle mi dinero.
Y juró amarme, en la riqueza y la pobreza.
Toda mi fortuna se fue por el desagüe.
Ella inconforme, rompió sin argumento;
“Yo no quiero ser señora de un don nadie”
“fuera de esta precariedad, me sustento”
¿Cómo cambia el proceder, en una tragedia?
En una cuita efímera situación, de un instante.
El difícil escenario, fue una brillante estrategia,
Para comprar, una hermosísima villa radiante.
Ella, pudo haber tenido el doble de riqueza.
Tener el título de reina y de indudable amada.
En la pasajera dificultad, me mostró su flaqueza.
Ahora vive, sirviendo en una humilde posada.
Y le mandé mis sinceros saludos,
en una humilde y sentida carta.