Arde en la piel el hambre callada,
es grito en la noche, es fiebre en la almohada,
un dios sin rostro, un pulso impío,
lengua de sombra, temblor vacío.
Las manos buscan lo nunca saciado,
lo prohibido, lo siempre esperado,
un roce, un eco, un jadeo oculto,
un ansia ciega, un fuego abrupto.
Los ojos devoran, insaciables,
curvas que en sombras se vuelven culpables,
labios que muerden, cuerpos que imploran,
carnes rendidas, pieles que lloran.
Pero en el alba, la sed persiste,
la piel es ruina, la fiebre insiste,
pues nunca el deseo conoce tregua,
ni el hombre apaga su ardiente lengua.
MAQUIAVELICA