El Corbán

MATÍAS, MI AMIGO, MI SANGRE

Quién hubiese pensado, oh rayo divino,

que en mi simiente, tan mustia y marchita,

brotara un álter tan puro y ladino,

mi carne, mi sombra, mi albor y mi lira.

 

Yo, artífice torpe de mí mismo errante,

forjé sin sospecha mi fiel camarada,

tallé con mis huesos un ser semejante,

y en su alborozo reflejo, mi espada.

 

Eres mi amigo, ¡qué farsa sublime!,

mi propio argumento, mi estro y mi sino,

yo, en mis delirios, no hallé en el redil

un cómplice austero más puro y genuino.

 

Mas temo, hijo mío, ser sombra escueta,

un vano reflejo de un ayer baldío,

quisiera que el tiempo jamás nos apriete,

ser más que tu padre, ser tu confín.

 

Y si en las sendas del mundo funesto

te hallas sitiado de escarcha y veneno,

recuerda que fuiste mi rayo más presto,

mi genio, mi amigo, mi propio reflejo.