Una mano grabó una palabra
en la piedra,
pero apenas toco la superficie,
no pregunto por qué.
Alguien grito un “no” a la montaña,
pero la montaña ya no pertenecía a la tierra.
El poder lo llama memoria,
la mano, lo llama silencio.
¿Quién decide el olvido?
Después de la tormenta,
quedan las sombras,
a veces, los caminos han perdido
las huellas,
los libros recopilan la luz del día,
al otro lado de la tierra, es noche.
¿Quién puede borrar las hojas
de quienes nunca dejaron de estar?
La voz del tiempo:
“Siempre fue así”
El consentimiento vuela,
como hoja llevada por el viento.
En la grieta de una piedra,
El musgo conserva la memoria,
como un faro, una llama infinita
Pregunta:
“Por qué se aceptan las heridas,
sí ninguna quiere nacer?
¿Elección? ¿imposición?
¿El olvido pudo hablar?