Roel Ybañez

DÍA A DÍA

¿Es mi recinto de soledad un espacio vacío de recuerdos?

Quizás no.

Ya he comenzado almacenar fotografías, audios y videos, notas en manuscrito.

Además, aún recuerdo aquellos años, cuando todo era tan sencillo, cuando apenas era un muchachillo débil con un futuro por delante, en un mundo desconocido, en esos ayeres quizás podría haberme enamorado de alguien que se llamara Sofía o Elizabeth, nombres de pueblo común, del estado de puebla, muy allá, lejos en las colinas.

Trabajé en el campo agrícola, algunos días, algunas semanas entre vacaciones y días festivos, tumbado al sol con las rodillas al suelo, con las uñas levantadas por tanto enterrarlas en la tierra, sembraba cebollas, llegué a sembrar cilantros, con agua del jagüey regar la alfalfa, cortar verduras, coseché calabazas, ir a cortar la flor de muerto (cempasúchil) y terciopelo… terciopelo.

Llegué en algunas ocasiones a correr en campo abierto, comer pepino y guayaba, subirme a los arboles de aguacate y tomar la sombra en los huertos de durazno, caminar en las calles adoquinadas, aventar piedras en los riachuelos, montar a caballo, darles de comer a los cochinos y a las gallinas, era esa época.

Después cuando fui creciendo, más allá de los 13 y 14 años, aún ahí, trabajé en un puesto de revistas que también era una cerrajería, duplicados de llaves, vendía revistas, anotaba el costo de los productos y las cantidades de las ventas, eso es lo que hacía los sábados, desde temprano a ya muy tarde a la noche, así eran aquellos días, por la luz y por la inclinación de las sombras adivinaba que hora era, una costumbre que aún no se me quita, algo que hace insufrible mi estadía en cualquier trabajo, ¿cuándo va acabarse?, ¿de qué se trata todo esto?, ¿qué es lo que estoy alimentando?, en aquella época, cuando vendía las revistas veía por curiosidad todas aquellas portadas, veía “LA ALAMRA” (sangre explicita), hombres de cuarenta y tantos años yendo por su dosis de pornografía, y miraba todo aquello, mujeres semidesnudas “MAESTRAS”, veía los desastres y la nota roja del periódico “ESTO”  y “EL SOL DE PUEBLA”, un joven de 14 años podría estarlas vendiendo, eso es lo que hacía.

Después fueron pasando los años, entre grados académicos y entre calles adoquinadas cada vez más encrucijadas, empecé a conocer el mundo obrero, llegar a entrevista con recursos humanos, cuestiones de algún ingeniero de producción, ¿cuántos años de experiencia tienes?, ¿en qué has trabajado?, ¿Por qué quieres trabajar con nosotros?, ¿qué es lo que puedes aportar para la empresa?, el salario es tal y tal y tal, descuentos por aquello y esto otro, beneficios de ley y descuentos preferenciales en los productos, comedor y comida a subsidio, y quizás vales de despensa siempre y cuando no tuviera faltas ni retardos, y así sucesivamente, cumpliendo con los números de producción, cumpliendo nada más, viendo las horas, viendo nada más como se oculta el sol, si entro en la mañana o en la tarde, si el sol ya está más claro, si ya no brilla tanto, si está más opaco, si comienza a verse gris el cielo, y así, viendo nada más por ver como pasan los días, esto que te cuento, hasta hoy, es mi día a día.