Las luces parpadean en la ciudad dormida,
como estrellas que olvidaron el cielo.
El viento arrastra susurros de canciones viejas
y la luna, en su trono de plata,
me mira con ojos de secretos.
Camino entre sombras que no me conocen,
pisando charcos de recuerdos
que reflejan rostros que ya no están.
La noche es un océano quieto,
y yo, solo un barco de papel.
Mañana el sol borrará las huellas,
pero esta madrugada
me pertenece.