...y salgo a caminar.
Apenas unos pasos y me encuentro
un grupo de muchachos
que fuman y conversan en la esquina.
Pretenden verse rudos,
al mínimo motivo vociferan,
bromean, con su risa escandalosa.
Y paso junto a ellos y me ven
con su mirada fija, retadora.
En mi cansado rostro
asoma una sonrisa al recordar
que, mucho tiempo atrás, fui como ellos…
Me alejo, no hago caso a lo que dicen.
Avanzo algunas calles.
Me siento en una banca solitaria
bajo la tenue luz de una farola.
Y no, no sé por qué…
(Tal vez por los muchachos)
me da por rescatar
escenas del pasado.
Ahí, la miro a ella...
Aquella, a la que amé yo como un loco...
Y nunca pudo ser.
Innumerables veces la evité
porque no congeniaba
con mi reputación de “chico malo”.
Y sin embargo, un día, vino a mi,
con toda su inocencia,
con toda su ternura y timidez.
Y no quise dañarla...
Opté por alejarme… renuncié...
Y me quedé vacío…
Rumiando cobardía,
en muchas noches juro que lloré…
Es cierto, que después, vinieron otras;
buscando esa apariencia
y la notoriedad que yo les daba.
¿En dónde están ahora?
¿En dónde está el amor que prometían
en medio de caricias y suspiros?
Promesas que morían en silencio,
después que nuestros cuerpos se agotaban...
Silencio, igual que ahora...
Silencio que, hoy, me abraza
bajo la tenue luz de una farola.