El silencio es la ilusión de un grito,
pero con el tiempo,
todo cambia de forma.
¿El grito? ¿El silencio?
¿Cuáles son sus fronteras?
En la ciudad,
El asfalto guarda un silencio incierto.
Como en el bosque,
las voces duermen en la savia,
las hojas sueltas
guardan palabras no dichas.
El rio llega al mar,
el mar es un rio,
parece olvidar su nombre
cuando se enlazan.
El silencio está encerrado,
entre los muros del poder.
Un grito calla entre las hojas,
el árbol más longevo entendió:
“Si la voz del silencio es más sonora,
que la voz del miedo,
el miedo se hará silencio.”
A veces, no escuchamos nada,
quizás, nunca hubo voz.
En las esquinas sombrías de la ciudad,
se ahoga el grito de un maniquí.
Los transeúntes lo tomaron como un sí,
las vitrinas apagan sus luces.
La mente sigue dormida,
aunque la boca se abra.
Has sembrado flores en un jardín,
las abejas deambulan,
pero el hambre son la agonía,
Como si abrirse al sol
fuera un delito.
El silencio devora el consentimiento,
cuando el miedo emerge,
pero la conciencia infinita
espera la miel de las abejas.