Sabes, bella mujer,
que tu y yo,
aunque distanciados,
vivimos en el verjer
y el amor encarnamos,
el que no ha cesado,
porque nunca hubo adiós
y todo sigue intacto.
Lo nuestro está vivo
y cuando nos vemos,
trémulos y emocionados,
nos abrazamos.
Incandescentes miradas,
nos instan a besarnos,
lo hacemos
disimulando
y luego nos disipamos.
Surcamos el cielo
de los enamorados,
que no renuncian
al paisaje adorado,
la mujer y el hombre
con ganas de hilvanar
cuerpo a cuerpo,
tormentas y desahogos
entre el florecer y el fuego,
la primavera y el otoño.