Jubilosa y colmada de anticipada contentura, fui a verte.
Era Venecia, siempre fue Venecia, tu magna preferencia.
El tiempo corrió y se hicieron largos años de no tenerte.
Mil preguntas, sin respuestas, se asoman a la ocurrencia.
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Jamás, pensé, lo juro, qué tuviese mi ser, ganas de verte.
Fue muy cruel, tu partida silenciosa y, plena de misterios.
Por meses, aboné la esperanza de abrazarte y de tenerte.
Estuve presa, con duda y dolor y sumida en un cautiverio.
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En ese tiempo de carencias, no escuchaba a los versados.
Cada amigo o familiar, leía su cartilla y de nada me servía.
Cuán verdadera es la frase: “Cada ser acaricia su pasado”.
Nos cuesta entender que, cada quien, tiene su propia vía.
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¡Es verdad, también, es mentira que, todos somos iguales.
Lo cabal y cierto, es que somos, seres vivos e individuales!