Pobre gorrión, cautivo en tu jaula.
Vas de un lado a otro, sin cesar.
Tus alas rozan barrotes, tu alma estalla,
anhelando el cielo, tu verdadero hogar.
Ojos que te observan, fríos, sin piedad,
manos que truncaron tu libertad,
hierros que aprisionan tu voluntad.
Tu canto, antes dulce, hoy es ansiedad.
Ya no es melodía, es lamento amargo,
un grito de dolor, un sueño roto,
ansia de libertad, un fuego largo,
que en tu pecho arde, cuál remoto voto.
No naciste para jaula ni condena,
tu espíritu es viento, tu destino, el vuelo,
danzar con las nubes, romper la cadena,
y que tu voz resuene, libre de duelo.
Mi alma ansía derribar tu prisión.
Verte al fin, libre en el viento volar.
Surcar los cielos, en comunión.
Un vuelo eterno, sin jamás penar.