Marcos Reyes Fuentes

CÓMPLICES DEL POLVO EN EL JARDÍN DE LOS DESOLLADOS

La guerra no es noticia.

es un hongo de metal creciendo en los pulmones del mundo, 

es la sombra que se alimenta de los ojos cerrados. 

La guerra no es fuego: 

es la raíz que devora sus propias flores, 

es Dios jugando a los dados 

con sangre en vez de números. 

 

El dinero no tiene manos: 

tiene garras que escriben tratados sobre piel moribunda y agrietada. 

 

Y por eso los niños ya no mueren: 

los convierte en fantasmas el hambre con guantes de acero, 

sus cuerpos son palabras tachadas 

en el diccionario de los vivos. 

Ya  no tienen manos: 

alas de lamento crecen en sus muñecas, 

sus risas son campanas de cristal 

que el viento rompe con la lluvia. 

 

Las madres amamantan semillas de ceniza, 

los ancianos guardan sueños 

en jarrones de hueso. 

 

El planeta no orbita: sangra por sus costuras, 

un atlas de párpados cosidos con alambre. 

Las ciudades son heridas que respiran, 

y el horizonte, un diente roto 

mordiendo el humo de las bombas. 

 

Gaza, el Congo, Mali, Ucrania, Yemen, ya no son sólo tierra: 

son una herida abierta con cuchillos de titulares disfrazados, 

son el espejo donde la humanidad vomita su doble rostro.

Su cobarde  falta de autorespeto 

 

Siria no llora: 

sangra alfabetos de escombros, 

y sus mujeres, 

árboles con raíces en llamas, 

cargan frutos de pólvora en el vientre. 

 

El tiempo aquí no pasa: se pudre. 

El mar es una lengua seca 

que lame cadáveres sin dueño, 

y las nubes, gaviotas envenenadas 

que escupen olvido sobre los hambrientos. 

 

La justicia no es ciega: 

tiene los ojos vacíos, 

pupilas de yeso en un altar de mentiras. 

es una diosa con los huesos llenos de moscas.

 

La humanidad no es carne: 

es tierra agrietada, 

un árbol de espinas 

donde cuelgan relojes sin manecillas. 

 

 

¿Dónde guardamos el el valor y la moral? 

En ataúdes de hashtags, 

en discursos de mármol que decoran las fosas.

 

Nuestro silencio es un puñal. 

Cada vez que nombramos ellos 

en vez de nosotros, 

¡firmamos la sentencia!. 

 

Hermanos

incendiemos los teléfonos

donde el dolor se vuelve caricatura: 

que las lágrimas no sean emojis, 

sino aguijones, 

flechas, 

mapas. 

 

Desnudemos las mentiras 

hasta dejarles los dientes al aire: 

que la vergüenza no sea un lujo, 

sino un río que arrastre a los indolentes. 

 

No somos flores en el jardín del olvido: 

somos fósforos en la boca del monstruo, 

semillas de vidrio 

dispuestas a incendiar la noche con verdades. 

 

Alcemos los nombres de los muertos 

como banderas de carne viva, 

y si el mundo se cubre los oídos, 

gritemos con la voz rota de los ahogados.

 

Que nadie respire 

sin sentir el peso de los ausentes 

en sus costillas.

 

 

escucha: 

bajo el grito hay un bosque de raíces negras, 

buscando agua en las grietas. 

Cada lágrima es semilla de rabia, 

cada silencio, un nido de huracanes.

 

No somos pájaros en jaulas de oro: 

somos lobos con astillas de luna en la garganta, 

mordiendo las cadenas 

hasta escupir la libertad en llamas.

¡Despertemos carajo que  se hace tarde para todo!.