Errando un caballero por el pasto,
vio un hada en la vereda del estanque,
quedó prendado y fue, con flores, casto,
cortejándola el brillo de su arranque.
Al dejarle su ofrenda en el canasto,
cayó al agua el jinete en su desbanque.
Hundiéndose, gritó: \"¡Nunca me olvides!\",
y en llantos, brotó añil, la flor de cides.