Vagan en sombras de tinta y ceniza,
hijos del verbo, de trazo y de risa.
No llevan espada, mas hieren profundo,
su filo es la letra, su campo, el mundo.
Tejen sus alas con versos callados,
vuelan con viento de siglos pasados.
No tienen reino ni trono dorado,
mas su corona es el verbo sagrado.
Son fuego y eco, ceniza y memoria,
con pluma en la mano reescriben la historia.
No buscan gloria, tampoco perdón,
son solo tinta, ideas y voz.
Pero cuidado, que en noche cerrada,
su pluma es puñal de filo en la espalda.
No todos escriben con alma de luz,
hay quienes trazan senderos sin cruz.
Hombres de pluma, de verbo y de furia,
siglos los moldean, el tiempo murmura.
Y cuando la historia los quiera enterrar,
con solo una línea sabrán regresar.
Caminan en sombras de historia no escrita,
tejida en susurros de pluma y ceniza.
No llevan corona, ni estandarte en alto,
mas rigen la guerra sin nombre y sin pacto.
Son viento invisible, cuchillo en el aire,
justicia que danza sin rostro ni sangre.
No son soldados, no son asesinos,
su filo es el eco de tiempos perdidos.
Son sombra de sombras, susurro en la brisa,
fantasmas de un mundo que en guerra agoniza.
¿Justicia o venganza? ¿Destino o pecado?
¿Quién pesa la muerte en su fiel desvelado?
Porque en el abismo donde el rey no mira,
hay jueces sin trono ni gloria bendita.
Hombres de pluma, que escriben con fuego,
que cuidan sus huellas en tierra de hielo.
No buscan la fama, no claman victoria,
tan solo equilibran la balanza de historias.
Y cuando la muerte se atreve a acechar,
una sombra en el viento la hará titubear.
Así van los hombres que el mundo no nombra,
vigías sin tregua en la niebla más honda.
Y cuando el futuro los quiera olvidar,
serán solo pluma… volviendo a empezar.