El despertar inmarcesible de los llantos de tu pecho
Que se atiza con tal gota intoxicante para ambos
Y que riega dulcemente la tierra fértil de tus senos
Donde reposo mi mejilla y que se funda con mis antros
Provoca un rudo rechinar de dientes y de labios secos
Donde me dejo ahogar y nos ahogamos juntos
Sedientos de tus lágrimas mis blancos ojos mejos
Con tus ojos negros alimentando, como el agua a los arbustos
Tu llanto abona ciegamente mi alma
Ya fecunda toda de deseos, y mis manos
Ardientes como nunca anhelando tales rosas
Escondidas en tu manos queriendo ya la calma
A la guardia protegiendo inútilmente cuatro flancos
De mis brazos que protegen mis retinas tan lluviosas.