Alexandra l

Encuentro de dos Mundos.

 

Allá en las lejanas cumbres habita el señor cuentero, sus cabello son de espuma ojos de un azul intenso,
se ampara en el horizonte entre la cima y el cielo donde nadie puede verle va divisando los sueños.

Ya vivió más de una vida, atesora los recuerdos de batallas que desangran de alegrías y de duelos, cuenta, que cuenta el señor, dice que estuvo hace tiempo en una tierra preciosa más allá de los océanos, montañas verde esmeralda, lagos cual puros espejos donde el sol lava su cara y se bañan los luceros.

Verdadero paraíso con aves desconocidas  suelo virgen, mágicos aromas nuevos,
Y la más bella criatura que jamás sus ojos vieron
el asombro y el encanto llenaron sus pensamientos.

Delicada piel cobriza, cabellos largos, muy negros
pechos firmes tentadores, por abalorios cubiertos
la desnudez de sus cuerpos,  la más pueril inocencia en su mirada,
al encuentro,  eran los recien llegados acaso los dioses que chamanes predijeron.

Debían de ser los dioses, de piel tan blanca, con ojos de mar,
vestidos de forma extraña, con sus dorados cabellos rostros cubiertos de barbas
hierros que escupían fuego,  los dioses de las leyendas,
fondeando frente a las playas, bajando del mismo cielo.

Y como dioses tratados les cubrieron con obsequios, piedras preciosas,
frutos a sus paladares nuevos, aves de bellos plumajes, y el oro, ese oro tan deseado,
que sello el descubrimiento y conquista de esas tierras.

Se torno en río de sangre que corría por las venas, las carabelas audaces, noches de desasosiego
conquistador incansable que encontraste tal belleza en estas tierras salvajes, Virgen al pie extranjero,
no fue el camino a las Indias, fue América, un mundo nuevo.

Aconteció como siempre que se desata la fuerza, la ambición, y ese misterio que recubre la avaricia
con mantos de padre nuestro, acatar reglas distintas, rendirse ante el dios impuesto
Y fue para los nativos el tiempo más largo y negro, yagas y sangre en las manos, el exterminio, saqueo,
hombres que sufren a manos, de hombres que antes lo sufrieron que conocen bien a fondo del dolor el desenfreno.

Hoy mas allá de los siglos, cuenta que cuenta el cuentero, que a pesar de los desmanes, también nos heredaron  lo bueno,   costumbres, las razas entremezcladas, también el carácter fiero, indomable y aguerrido,  la sonrisa que suaviza el alma en su desconsuelo, la alegría  de vivir,  lo apasionados y tercos, el idioma y la sangre que  nos une en un lazo tan estrecho, mas allá de dolores y lamentos.