En el yermo silente y apartado,
do los doctos códices me acompañan,
con susurros muy lejanos que entrañan
sapiencia suma en diálogo sagrado;
cual Prometeo al mundo iluminado,
las páginas vetustas me engalanan
con versos que los siglos no profanan,
en este templo al tiempo consagrado.
Minerva acude en alas del misterio,
mientras Apolo tañe desde lejos
su lira entre los muros del criterio;
y en este docto exilio, mis recuerdos
se funden con el tiempo y su pasado,
de antiguos sabios y sus claros surcos.