Manicomio En La Cabeza
Aquí viene otra vez,
con su elegancia arrugada,
su charla de ascensor
y su aliento a café rechinado.
Se sienta sin avisar,
cruza las piernas
como quien tiene el mundo en pausa,
y me susurra al oído:
—Hoy tampoco vas a dormir.
La ansiedad es ese huésped de mierda
que nunca se larga,
se bebe el último sorbo,
deja la música encendida
y se roba los sobros al irse.
El estrés es su primo,
siempre con prisas,
con cuentas urgentes
y la agenda tatuada en la piel,
seguro de que el mundo estalla
si llegas un minuto tarde.
Y la depresión…
Ah, esa sí que es de alcurnia.
Se sienta en su trono,
susurra entre dientes sobre cosas muertas
y acaricia la nuca
como quien alza su copa
antes del último acto.
Dicen que todo tiene cura,
que hay pastillas, terapia y hasta yoga,
pero a veces uno solo quiere
darle un portazo al insomnio,
cerrar los ojos
y despertar en otro cuerpo,
donde la cabeza no sea
un puto campo de batalla…
ni el corazón un territorio en guerra.