EL BUENACHÓN
Ser bueno es un juego perdido de antemano,
un aplauso a la ironía,
porque el que recuerda aniversarios con esmero
termina siendo historia
en el cajón del desamor.
Que si eres caballero, que si abres la puerta,
que si mandas mensajes antes de dormir…
¡Bah! A los buenos los dejan por puro hastío,
por previsibles, por no saber mentir.
En cambio, el canalla que olvida los nombres,
el que llega tarde y se va sin avisar,
ése tiene un club de fans en su camino,
con entradas vendidas para verlo fallar.
Las cartas de amor quedan en el olvido,
los detalles son flores en un cementerio,
mientras el que las ignora y las trata con hielo
escribe en sus labios su propio evangelio.
Y así va la historia, absurda y mordaz,
los buenos terminan pagando los platos
mientras los malos, con risas de truhanes,
se beben la copa de todos los gatos.
Y yo aquí, abandonado por ser buena gente,
con un ramo de rosas que nadie recibe,
viendo a los pillos ganar la partida,
mientras el mundo, burlón, me sonríe
y me deja otra lección en la herida...
por buenachón, por ingenuo… por idiota eterno que nunca escarmienta.