Acercándose la hora,
se escapa mi asombro,
sintiendo el viento orar,
el frío abraza mi rostro.
Cielo vacío de estrellas,
el mar desnudo de barcos.
Junto a mí, la soledad,
compañera ya por años.
Aceptando mi solsticio,
soy cordero a degollar.
Amargo trago por sino
este cáliz no apartar.
Pasión que ha marcado
una vida con castigo
que mis manos han atado
su soga con gran cariño.
Lamento, lloro y llanto,
caen como el rocío.
Triste poema cantado
es aceptar el destino.