Los noticieros no se inmutan,
su parrilla es un cementerio en vivo,
las balas se cuentan como el clima,
los muertos son solo números fríos.
El ancla no parpadea, no tiembla,
su voz es de piedra, su alma de hierro.
Relata la sangre con tono de anuncio,
mientras el rating sube de nuevo.
Y mientras tú trabajas, ellos te miran,
te piden la cuota por no hacerte nada,
por dejar que respires, por darte permiso
de andar por las calles que son de su banda.
Si pagas, respiras.
Si callas, te entierran.
Si huyes, te buscan.
Si denuncias, te marcan.
La ley es un chiste sin gracia ni pena,
la justicia, un cuento de niños dormidos.
El crimen es norma, la muerte un negocio,
y el miedo, la firma de todos los libros.
Se apaga la tele, la cena está lista,
mañana, con suerte, no seremos noticia.