Este fin de semana, algo cambió. La realidad se estrelló contra mi mundo, irrumpiendo sin permiso, sin aviso. Sus palabras resonaron en mis oídos, cada una un golpe que me sacudía. Al principio, me negué a creerlo, me aferré a la negación como un salvavidas.
Discutimos sin cesar, el día se convirtió en noche y la noche en un nuevo día, y aún seguíamos. Sus palabras eran dardos, cada una certera, hiriéndome. Y entonces, la pregunta llegó, la que no pude responder, la que me dejó sin palabras.
\"¿Cuándo fue la última vez que la viste?\",
me preguntó, su voz cortando el aire.
\"¿Cuándo fue la última vez que escuchaste su risa, su voz, sus palabras?\"
El silencio fue mi única respuesta.
Se negó a irse, se plantó firme en mi casa, en mi espacio.
Grité, desahogué mi frustración, mi dolor, mi negación.
\"Ella volverá\", grité, las palabras desgarrando mi garganta.
\"Un día la volveré a ver.\"
\"Ella ya no está aquí\", replicó, su voz un susurro escalofriante.
\"Solo es un fantasma en tu memoria. Y esta soledad... esta soledad te consumirá.\"
Sus palabras resonaron en mis oídos mucho después de que se fuera. La casa parecía más vacía, el silencio más ensordecedor. Me senté allí, solo, con mis pensamientos y el eco de sus palabras. La realidad se había impuesto, y dolía. Dolía más de lo que jamás hubiera imaginado.