bohemio30

EL ECO DE ELLA.

No me pidas que la olvide,

porque el olvido es un dios al que nunca recé.

Ella sigue aquí,

no en cuerpo,

pero sí en las sombras de mis madrugadas,

en el humo de cada cigarro que nunca encendí,

en el perfume que juro que aún persiste en mis sábanas.

 

Una noche lluviosa vino a mi casa

y se quedó a dormir.

Aunque dormir fue lo último que hicimos,

aunque amarnos fue lo primero que evitamos. 

Porque ella temía enamorarse,

y yo temía ser fiel.

Pero nos encontramos en un punto intermedio,

donde los labios sabían a despedida

y la piel tenía el tacto de lo efímero.

 

Ella dibujaba su risa en mis noches,

y yo con mi locura le borraba su tristeza.

Éramos una ecuación sin solución,

un incendio en una ciudad de agua.

 

Después se fue,

Como se van los relámpagos después de iluminar el cielo,

como se van los trenes sin avisar.

No fue otra boca,

no fue otra vida.

Fue la muerte que decidió que ella no debía quedarse.

 

Y hoy, que los años pesan y la memoria duele,

aún la traigo de regreso en las noches,

le hago el amor a su recuerdo,

como quien besa un fantasma

sabiendo que desaparecerá al amanecer.

 

Hoy decidí ir a verla,

y no hablo del cementerio.

Hablo de los rincones donde su risa aún resuena,

de la ciudad que la nombra sin querer,

de los lugares que aún tienen su sombra adherida a las paredes.

 

Pero esta vez no intenté alcanzarla.

No intenté buscar su reflejo en otras miradas.

No intenté sostener lo que el viento ya había reclamado.

 

Porque entendí que no debía buscarla,

solo soltarla.

Porque entendí que no podía seguir muriendo con ella,

cuando mi historia aún está por escribirse.